
Daniela Alanis Mendez
5 nov 2025
Cada 5 de noviembre, el mundo celebra el Día Internacional del Payaso, una fecha dedicada a quienes, entre colores y sonrisas, iluminan la vida de los demás.
Pocos recuerdan que esta conmemoración nació en honor a un hombre que cambió para siempre la historia del humor: Joseph Grimaldi, el artista londinense considerado el padre del payaso moderno.
Nacido un día como hoy en 1778, Grimaldi transformó la figura del payaso de un bufón torpe a un personaje lleno de emoción, ternura y profundidad humana. Fue él quien introdujo el maquillaje blanco, los gestos exagerados y la vestimenta colorida que hoy caracterizan al clown. Pero, sobre todo, fue quien le dio alma a la risa.

En los escenarios del teatro Drury Lane, en Londres, Grimaldi conquistó a públicos enteros con su carisma y su talento. Su personaje, “Joey”, se convirtió en un símbolo de alegría y desventura a la vez: un hombre que reía en el escenario mientras escondía su tristeza fuera de él.
La ironía de su vida fue tan grande como su legado. A pesar de hacer reír a miles, Grimaldi enfrentó una existencia marcada por el dolor físico y emocional. Las exigentes acrobacias de sus espectáculos lo dejaron con graves lesiones, y su salud se deterioró con los años. Sin embargo, nunca dejó de sonreír.
Decía con melancolía: “Yo hago reír a todos, pero me quedo solo cuando termina la función.”
Una frase que aún resuena en el corazón de quienes, como él, dedican su vida a regalar alegría.

Más que un artista, Grimaldi fue un símbolo de la resiliencia humana. Su historia nos recuerda que detrás de cada payaso hay una persona sensible, capaz de transformar el dolor en esperanza.
Gracias a su legado, el clown se convirtió en un puente entre la comedia y la ternura, entre la tragedia y la luz.
Hoy, su influencia sigue viva en cada sonrisa pintada, en cada hospital donde un payaso visita a un niño enfermo, en cada plaza donde un artista callejero arranca una carcajada.
En Londres, cada año se realiza una misa en memoria de Joseph Grimaldi. Los payasos asisten maquillados y con sus trajes más vistosos, en una ceremonia que mezcla risas, canciones y lágrimas. Es su manera de agradecer al hombre que les enseñó que la risa también puede ser una oración.

Joseph Grimaldi murió en 1837, pero su arte no. Su imagen sigue viva en el imaginario colectivo: en cada escenario, en cada circo, en cada sonrisa que desafía la tristeza.
El Día Internacional del Payaso no solo celebra el humor, sino la fuerza interior de quienes, como él, hacen del amor y la alegría su oficio más noble.
Porque la risa esa que Grimaldi pintó de blanco sigue siendo el idioma más universal del alma.






